Ya nada volverá a ser como antes. Era un hombre al que todos le llamaban: el loco de los diamantes. Iba sin equilibrio por la vida, ¿pero saben? Tenía un millón de letras, un millón de cicatrices, un millón de sonrisas y también tenía: un millón de diamantes, dentro de su bolsillo.
Ya nada volverá a ser como antes. El loco de los diamantes era más original que nadie, único como ninguno. Enigmático. Tenía una colección interminable de diamantes de todos colores… y aunque tú no lo sepas, creo que la verdadera locura no es otra cosa que la sabiduría misma. En el pueblo le llamaban loco, pero más bien creo que era el vagabundo de las letras que quizás, no comía queso, pan y vino, pero se alimentaba de pedazos de poesías, de fragmentos y confesiones que no eran más que un retrato de vida y situaciones, nutridos por el tiempo y la literatura.
Un día una señora muy rica, paseaba por la plaza del pueblo, cuando el loco se le acercó diciéndole:
—¿Me compras un poema y un puño de diamantes?
La señora admirada, pues en la vida cuando lo tienes todo y te ofrecen un excentricidad, llama la atención de cualquiera. Le dijo que sí.
Aquel loco sacó de su bolsa un puño de cristales relucientes, centellantes y fulgurantes. A decir verdad, si los veías a media luz, eran confundibles con los más hermosos diamantes.
Tomó la mano de aquella dama y colocó un puño en su palma, mientras le recitaba una bella poesía.
La mujer conmovida, sacó de su bolso un billete de cien pesos y se lo regaló con lágrimas en los ojos. Hacía tiempo que nadie le decía palabras tan bonitas.
Al llegar a su casa, la mujer puso sobre su cama los cristales.
El esposo le dijo que eran vidrios, de alguna botella de 7 up. Y que tirara esa basura. A lo que ella respondió:
—¿Hace cuánto tiempo que tú no me regalas ni siquiera vidrios? El valor de mis cristales esplendorosos, está en las hermosas palabras del hombre que me los regaló.
Ese día, el loco de los diamantes hizo lo mismo con varias mujeres... Y se ganó una fortuna.
A veces la verdadera riqueza de alguien, está en el arte de saber expresar con palabras las emociones de la sangre. Aquellas palabras que traen el aliento, aquellas frases que impulsan. Las que dan vigor, ánimo y esfuerzo al alma misma.
¡Es tan lindo cuando alguien le recuerda a tu corazón las palabras de amor ya olvidadas!
Como ven, el loco de los diamantes, no estaba tan loco… sus diamantes eran simbólicos y sus palabras mágicas.