Fabrica un sándwich en tu mente.
¿De qué lo imaginaste? ¿Jamón, queso amarillo, jitomate, queso blanco, lechuguitas saliendo del pan esponjadito integral?, ¿eh? ¿Qué pasaba cuando eras niño y te mandaban de lunch un sándwich de mermelada y tú esperabas uno de jamón con queso?
Pues a veces pasa eso con el amor.
Esperas algo grande de alguien y te salen con una untada de mermelada, o peor, las tapas solo untadas de mayonesa... Y muchas veces, muchas, muchas veces, estamos ávidos de amar, de querer, de dar, de sentir y de recibir. Pero, peeerooo obtenemos muy poco de la persona de la que nos enamoramos.
A nuestra pareja como el sándwich, la necesitamos grande y jugosa, saludable, rendidora, capaz, fuente de sentimientos, riquísima, y ¡zas!, ¡Tome su pan blanco con su untadita de mermelada! (y luego de guayaba, la que menos nos gusta).
Okey, pues ya estás ahí con tu emparedado en la mano (tu pareja enfrente) y mientras lo desenvuelves te das cuenta de que... no, no era lo que esperabas, ¿Por qué? ¡Porqué lo que menos esperas de una persona es la honestidad y la transparencia, ya deja tú de un amor de telenovela! Respeto es lo menos que mereces, ¿no? Y esa parte de la historia que volteas y ves que hasta el compañero de al lado mordisquea una sabrosa torta de huevo con chorizo... ¡no es justo! Y tú recibiendo nada.
El amor en los tiempos del sándwich... Tapas de pan vacías, corazones vacíos, sabores amargos de celos, inseguridad, incertidumbre al no saber que hay en realidad dentro del emparedado.
Te ilusionas, saboreas de antemano pero, mientras retiras la envoltura se te va cayendo el mundo encima, ¿y qué haces? ¿Qué hacías de niño cuando tu mamá te mandaba sándwich de mermeladita de naranja, ate casero, sobras del refri o solo untaba las tapaderas de aderezo?… ¿Llorabas? ¿Volvías a meterlo en la lonchera? ¿Hacías trueque con alguien, para que te lo cambiara?
Bueno ya estás en el dilema, tal vez lo guardes para hacer el correspondiente reclamo.
Claro, te has decepcionado mucho, pues te han dado, inesperadamente, sándwich con lo que no te gusta y, en tal caso y desde luego, sientes que tienes todo el derecho del mundo, si te place, para dejarlo por ahí porque, ¿saben? A nadie le gustan los amores poquiteros, el cariño a cuentas gotas, las sobras de tiempo, el amor de migajas. (si nos gustaran las migajas fuéramos hormigas, no seres llenos de pasión)
Y ¿Qué decir del amor compartido con terceros? Apesta a toda las dignidades y humilla a todas las mentes humanas.
Recuerdo una anécdota en el colegio cuando una vez, Alejandra una compañera, compró una torta (de esas de la tiendita riquísimas) y que llegaron todas sus amigas y le pidieron mordida… entre cuatro niñas la devoraron, y la Madre Rosita Labastida le preguntó: ¿Así va usted a compartir el novio?
¡Auch, eso sí duele!
Existen amores que ni a tóxicos llegan, simplemente están ahí, como molotes sin transmitir nada, no aportan, no transmiten, no contagian, no producen ni proporcionan nada… nada. Esos amores ya no tienen ni opción al reciclaje.
Pero amigos: vida hay mucha, personas hay muchas y tiempo también hay mucho.
Ya habrá oportunidad de un nuevo sándwich, pero esta vez, te asegurarás de que sea con todo. Pero antes, asegúrate también de que el sándwich que tú ofrecerás estará llenito de amor, de tiempo de calidad, de buena actitud, de aderezo de sentimientos buenos y de ganas de vivir algo increíble y de ganas de recibir lo mismo.